viernes, 24 de junio de 2011

El poeta silenciado

En el México bronco hace falta luz. Este es un país doblado por la violencia pero no hundido, creativo, siempre lo digo cuando me preguntan, y lleno de gente trabajadora. Hay días que en la diversidad de su caos dejo de creer en él, me quedo pensando cómo es posible que esta sociedad vitalista no sea capaz de "jalar parejo", de mirar con un poco más de cariño a su realidad y hacer por mejorarla. Cuesta hacerles ver a los mexicanos el valor que tiene la obra pública, los esfuerzos colectivos, los consensos.

No ha sido ese el propósito de Javier Sicilia, conseguir una sociedad uniforme, pero sí apostar por el respeto y el perdón en la diversidad. Ha entendido que a México le faltaba honrar a las víctimas de la violencia del crimen organizado y ha salido a hacerlo. Ha perdido a un hijo, Juan Francisco Sicilia, torturado y asesinado por sicarios pero su dignidad de poeta y de persona está intacta. Ahora el mexicano Eusebio Ruvalcaba ha presentado una antología dirigida, quizás también dedicada, al poeta que dejó de serlo. Aún no sabemos si volverá a escribir.

domingo, 19 de junio de 2011

El español, ¿lengua de cultura en Estados Unidos?

Hace años, cuando vivía en Japón, me topé con una muy particular manera de relacionarse con el idioma de aquellos que lo hablaban. Era una lengua difícil por lo mal enseñada que está. Eran tiempos en que se estudiaban en clases, sin apenas apoyo de internet y con pocos recursos didácticos avanzados. Lo más importante era conseguir un buen profesor o un tutor de estudios, en mi caso, implicado.

La lengua no es tan difícil pero la pedagogía en torno a ella sí lo es. Tokio, la gran urbe frenética e interconectaba, tampoco ayudaba demasiado a interactuar. Con todo, aquellos años (1996-2002) me dejaron un nivel aceptable de japonés oral y algunas herramientas para entender el escrito. Pero descubrí algo: el japonés tenía un enorme complejo de inferioridad con su lengua.

Que no fuera un idioma internacional, que no se conociese lo suficiente en el extranjero, les decepcionaba. Invertían en ello pero no habían dado con el modo de convertirlo en una gran lengua, capaz de saltar fronteras y seducir.

Todo lo contrario parece suceder con el español, el idioma de 550 millones de personas que superó sus orígenes. España es referencia en muchos aspectos de la lengua, pero secundaria en cuanto a número de hablantes. México tiene casi 112 millones, y Estados Unidos, cincuenta.

La lengua peninsular es una variante fuerte, sin duda, pero minoritaria en algunas cosas. Para hablar del vigor del español hay que fijarse en México y en su Proyecto Nacional Cultural, que no se olvida de EEUU. Lo ha dicho la presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Consuelo Sáizar.

No son proyectos excluyentes pero habría que trabajar con más determinación en establecer lazos y forjar alianzas para convertir al español en Estados Unidos en una gran lengua de cultura.

Una novela colombiana de generación

Colombia tuvo una reacción moral tardía al fenómeno del narcotráfico, explica Juan Gabriel Vásquez, quien acaba de pasar por México para presentar su novela "El ruido de las cosas al caer" (Alfaguara, 2011). Un escritor joven y que abandonó su país hace doce años ha marcado distancias con muchas situaciones de las que allí vivió, por eso quizás la necesidad de reconectar con los de su generación, y explicar cómo vivieron con una violencia que heredaron.

No estaban al tanto de lo que ocurría, convivían con todo aquello entre silencios y misterios, desnudando poco a poco secretos sobre la vida de sus seres queridos, sus fortunas, sus miedos... Es sin duda una novela más de emociones que de historia, pero hunde sus raíces en el desgobierno del momento, en el azar, en la falta de explicaciones de muchas cosas que nos rodean y el desengaño de que los adultos podrían tener más control de sus vidas entonces, en esa etapa de sus vidas.

Anoche, horas antes de terminar la novela, encontré en televisión la película "Rosario Tijeras", basada en la novela de José Franco, la historia de una caída en desgracia, de una mujer mítica destrozada por la violencia. Ella misma respondió con una violencia exponencial a las agresiones, violaciones, desprecios, que había recibido durante su vida. Y pagó con la vida, a mano de un examigo, sus crímenes.

Vásquez está un poco decepcionado de que la prensa le pregunte por el hoy de Colombia, que por los artilugios del libro. Pero la narración está aún caliente, la sangre sigue fluyendo, su país vive en el azar de la violencia y el drama que comporta. Serán varias generaciones las que deban pasar hasta sanar una herida abierta que sigue fluyendo, que muchos colombianos no se pueden permitir el lujo de observar como algo que no les afecta, que es ajeno a ellos, o que pasó. Son violencias que marcan para siempre, heridas que duran muchos, muchos años en cicatrizar.

Luis Cernuda, el desacomodado

El poeta sevillano Luis Cernuda murió en México después de vivir casi diez años en este país. Fue un exiliado tardío, llegado a mediados de los cincuenta después de abandonar España y vivir en Gran Bretaña y en Estados Unidos.

Era un hombre especial, capaz de herir a sus seres más queridos, los que le protegían y le acogieron, los que fueron la familia de este escritor desacomodado, vencido a la poesía y entregado a ella. No fue un escritor prolífico ni con una obra homogénea. Sufrió lo indecible, ausente, introvertido, errante, y al final acomodado en un barrio de Coyacán que es el más andaluz probablemente de los que existen en la capital mexicana.

Antonio Rivero Taravillo buceó en esa vida enigmática y cree que entendió mejor a la persona, al que dice que fue el poeta más admirado por otros durante los últimos cincuenta años.