domingo, 30 de agosto de 2009

Barack Obama: "La audacia de la esperanza"

El libro autobiográfico que escribió Barack Obama siendo senador (2006) es por encima de todas las cosas una confesión del hoy presidente de Estados Unidos del amor por su país. Entra en detalles personales, de su carrera profesional, algunas anécdotas familiares pero sobre todo expresa la confianza en los ideales del "sueño americano" y los valores asociados con la democracia, la libertad y el derecho del individuo a labrarse su camino con fe.

Habla del camino de cada uno sin recetas, dejando abiertas posibilidades de credo, de creencias políticas, de confianza en uno mismo, y en una serie de ideales muy precisos que hicieron de los Estados Unidos de América lo que son. Hay mucho en el relato del paso de la sociedad civil a la política, un espacio íntegro dedicado a su familia y a Michelle, qué menos, algo de crítica a la pérdida de ideales y de orientación de su país en los últmos años, pero por encima de otras cosas, esperanza.

Quizás esa sea la clave del fenómeno Obama. Un hombre sencillo, hecho a sí mismo gracias a los sacrificios de su familia y que aprovechó lo que el sistema le pudo dar, no quiere que nadie de los americanos de hoy no tenga esas oportunidades. Y además, esa dimensión internacional que ha tenido su vida por su familia distinta, algunos años viviendo en Indonesia, la dimensión africana de su raíz familiar, eso también es Barack Obama y lo refleja su pensamiento, que abraza el multilateralismo y cree en el respeto a los demás países. Sin duda es un contrapunto respecto a George W. Bush, un contraste real y un hombre que cree no en el ser humano como individuo nada más sino como parte de una comunidad y, seguramente, con un destino: construir un mundo mejor.

martes, 25 de agosto de 2009

Pueblos crucificados

Hoy me tocó entrevistar a un teólogo especial, Jon Sobrino. Bilbaíno de 71 años, conserva el discurso brillante del pensador, del memorioso. Dijo que no iba a hablar de Honduras, que sobran opiniones sobre el conflicto político y sobre el papel del arzobispo Óscar Madariaga. Señaló también que estaba en México por Ignacio Ellacuría y su pensamiento, vigente y más necesario que nunca.

Habló de la metáfora de los "pueblos crucificados", aquella que dio sentido a la Teología de la Liberación, en la cual la Iglesia tenía y debía estar con los más pobres, codo con codo, compartiéndolo todo. La acumulación de la riqueza entendida como el germen una sociedad inviable, insostenible, plagada de problemas, frente a la civilización de la pobreza y de los pobres, personas que demandan un trabajo y solidaridad de los que más tienen. En eso consiste todo.

Quizás para Jon Sobrino los medios de comunicación no somos santos de su devoción. Estuvo a la defensiva en un principio de nuestra conversación pero poco a poco dejó caer ideas interesantes y, sobre todas ellas, mucha coherencia, mucha sensibilidad con los desfavorecidos.

Confesó que le molesta el lenguaje lleno de eufemismos, el de los países en desarrollo, los desfavorecidos y los marginados, frente a los cuales no existe más que una categoría semántica, los pobres, los pobres, los pobres...Es la misma idea con muchas formas de decirlo: los chingados, los jodidos, los de abajo, los amolados. Para ésto sí es muy rico el léxico de los mexicanos...

viernes, 21 de agosto de 2009

Jacinta

Jacinta Francisco es una indígena ñañú a quien acusan de haber secuestrado a seis policías federales en 2006, durante un operativo antipiratería. Su caso es otra "perla" para la justicia mexicana. Una ONG que la defiende, y que goza de bastante credibilidad, dice que se han fabricado pruebas y que el proceso contra ella no ha sido justo. Señalan que se la ha condenado injustamente a veintiún años de cárcel. Lleva tres en San José El Alto, una cárcel de mujeres del estado de Querétaro.

Su familia no se explica nada. Los abogados que la defienden dicen que pobreza, ser mujer e indígena, son los tres elementos que la convirtieron en carne de cañón en un México cada vez más injusto.

El caso lo ha tomado Amnistía Internacional (http://alzatuvoz.org/jacinta/) y está promoviendo su liberación. Depende de la Procuraduría General de la República, la fiscalía mexicana que se ha convertido con los años en una de las instancias más autoritarias del Gobierno mexicano. Sigue pendiente en ella transparentar procesamientos, investigar de verdad los casos y dejar de arrestar a gente, mantenerla semanas en detención preventiva ("arraigo") y a veces condenarla sobre la base de falsos testimonios o de testigos protegidos. En México a las autoridades les gusta decir que algo cambió, sobre todo desde 2000, pero este caso es una prueba de que sigue habiendo una verdadera manipulación en lo que a hacer justicia se refiere. ¡Saquen ya a Jacinta!

sábado, 15 de agosto de 2009

Acteal, culpables libres e inocentes en la cárcel

El 22 de diciembre de 1997 45 indígenas tzotziles entre los que había mujeres embarazadas y niños, de la comunidad de Las Abejas, fueron asesinados brutalmente en Chiapas. Las Abejas eran un grupo filozapatista pacifista que estaba desplazado por la violencia en el sur de México hasta la comunidad de Acteal, en el municipio de Chenalhó. Tras la matanza se pidieron casi doscientos arrestos, que se fueron concretando sin recabar demasiado en el modo de recabar las pruebas.

Los familiares de los tzotziles asesinados exigieron justicia a un sistema mexicano incapaz de darla. El procesamiento de los inculpados duró años, algunos estuvieron más de diez entre rejas hasta que esta semana la Corte Suprema de México decidió liberar a 20 de ellos porque el proceso fue indebido.

"Aquí sólo se está determinando que a los quejosos no se les siguió un debido proceso, lo cual no equivale en absoluto a un pronunciamiento sobre si, de facto, son o no inocentes”, dijo al razonar su voto en apoyo a las excarcelaciones el ministro José Ramón Cossío. Otros tres le respaldaron y sólo uno se mostró en desacuerdo.

¿Por qué ha generado tanta desazón e indignación el fallo? Primero, porque no repara el nada el crimen pese a que sí corrige una injusticia incubada por el propio sistema penal mexicano, muy deficiente pues a falta de pruebas basa todo el peso de las decisiones en los testimonios. Segundo, porque recuerda de nuevo que los que menos justicia reciben en México son los indígenas. Segundo, por que el Supremo ha admitido que entre los liberados puede haber culpables. El Alto Tribunal no entró a analizar eso. Se centró en conocer si el proceso fue justo, y determinó que no. Tercero, porque el caso Acteal se suma a otros incontables en los que los indígenas son maltratados por un sistema mexicano que no les hace justicia. Jamás se la ha hecho, desde tiempos de Fray Bartolomé de las Casas, ahí están las raíces de la inequidad, la injusticia y la desigualdad.

Valen de muy poco las declaraciones políticas de que, tras lo ocurrido, no se repetirá otro Acteal. Sin embargo no es México país de justicias y esas declaraciones son imposibles de cumplir, irrealizables... Cada día, en cada giro persiste una corrupción que es parte ya ede la cultura política, sangrante, incierta, incapaz de aprender de los errores. Las injusticias se repetirán porque no funciona un edificio institucional que cuenta mucho erigir para que sólo cumpla en partes, en momentos, con ciertos destellos, su cometido ante la sociedad.