viernes, 29 de enero de 2010

Mishima y el marino que perdió la gracia del mar

Yukio Mishima, como se conoce en el mundo de las letras a Hiraoka Kimitake (1925-1970) fue un escritor difícil de interpretar, no sólo por sus libros sino por su trágico final. Hace años me recomendaron este pequeño libro, "Gogo no eiko" ("El marino que perdió la gracia del mar", Alianza) que ha resultado fascinante.

Sus protagonistas son una pareja de japoneses que se acaban de conocer, adultos, y se enamoran. Es un flechazo casi infantil, quizás platónico, pero se convierte en el eje de la novela, un fino argumento que cuenta cómo Fusako y Ryuji se miran, se desean, se aman...

Al lado de ellos está el hijo de la viuda, el pequeño Noboru, quien en apariencia es un adolescente inocente, apenas descubriendo el valor de la libertad y de la vida, que se transformará en un verdadero monstruo implacable. A su lado aparecerá su pandilla, un pequeño grupo de amigos de trece y catorce años que con pequeñas decisiones rompen con la noción de que la infancia es la edad de la inocencia.

Juntos, sociedad japonesa en estado puro, los amigos decidirán si el marido admirable, el marinero que vio tanto mundo, el hombre enamorado, Ryuji, tiene o no derecho a vivir en un mundo nuevo, que quiere construir sobre la base del amor pero que sucumbirá sin contemplaciones al destino trazado por esos niños, esa sociedad terrena, ese Japón de jerarquías, méritos, privaciones, enemigo de la libertad...

Intraducible

La niña tiene dos años y aún no habla. Se llama Sonali. Sin embargo ya maneja su lenguaje propio, unas cadenas de sonidos más consistente que un simple balbuceo pero totalmente intraducible por ahora. Si uno presta la debida atención se dará cuenta de que a veces esas series de sonidos especiales se repiten. El primer impulso es buscar la semejanza con las palabras pero no lo son. Su pretensión es menor, su textura más plástica, flexibles, personalísimos. Algunas de esas tonalidades se pueden parecer a determinado idioma, español o chino, contienen variedades de lenguas que existen pero no conozco, seguro. Es todo un espectáculo escuchar a Sonali.

Un amigo musulmán dice que ellos piensan que todos los niños, cuando nacen, pertenecen a esa religión por su pureza. Dejemos de lado la dimensión relgiosa de su plantamiento me quedo con lo que bien podría ser una modesta hipótesis sobre las reglas y usos de la lengua: ¿No será esa sucesión de sonidos la lengua más pura, la forma lingüística más perfecta? ¿No seremos los seres humanos, con nuestra Babel lingüística unos ignorantes incapaces de mantener por mucho tiempo esa sabiduría natural, innata, que tienen los más pequeños en esa fase de lenguaje que parece absolutamente intraducible? A veces pienso cuando escucho que la pequeña me está dando a su manera, y sin exigirme demasiado, una inmensa lección de humildad.

martes, 26 de enero de 2010

Los guardianes de la playa de Chacala

El estado mexicano de Nayarit, en el occidente del país, es aún una joya natural. Cuenta con unas playas hermosas como Chacala, ubicada a unos 150 kilómetros al norte de Puerto Vallarta. Es un lugar de ensueño que he visitado en dos ocasiones en los últimos dos años. La primera vez fue a fines de 2007. Llegar a Chacala era un descubrimiento. Viajamos en temporada baja y disfrutamos de cuatro días de hermoso sol, de mar, de amabilidad en general de la gente que atendía a los visitantes, en restaurantes sencillos pero de gratísima presencia.

Hace unos días, en la nueva visita, lo que encontré fue algo distinto. El camping que invitaba a cualquier viajero o turista de bajo presupuesto a acampar prácticamente a pie de playa había desaparecido. En su lugar había dos policías estatales que preguntaron adónde iba y tomaron la matrícula del coche. No se presentaron ni dijeron a quién representaban...

Unos días después de estar en Chacala he sabido que hay un plan para vender un terreno a pie de playa para hacer un gran desarrollo hotelero. Los habitantes locales se oponen pero parece que es deseo del gobernador Ney González, del peor Partido Revolucionario Institucional (PRI). México cuenta con 12.000 kilómetros de costas pero se ha apresurado en los últimos años por ofrecerlos en precio de saldo y pasando por delante de las consideraciones de los pobladores de esos lugares a las grandes multinacionales españolas y estadounidenses del turismo, así como a empresarios locales. Existe un movimiento que no es indiferente a estos cambios, que está surgiendo desde abajo en Chacala, y que no quiere que ese pequeño paraíso sea expoliado. De partida es una lucha desigual, la de siempre, entre los intereses de la política y el dinero, contra los de los habitantes de un pequeño rincón soleado de la costa del Pacífico mexicano...

sábado, 2 de enero de 2010

Sinfonía de antihéroes

Primero fueron "Los rojos de ultramar" (2004), después "La última hora del último día" (2007) y ahora "La fiesta del oso" (2009), tres historias protagonizadas por personajes derrotados con la Guerra Civil en el fondo. No es fácil perder pero sí necesario para ser un buen ganador. No hay ganador sin derrota, sin capacidad para entender que puede haber un mal día, una racha difícil, una etapa oscura en la historia de una persona o un país.

El problema es que la racha dure, se prolongue más de lo necesario o sea negada por el afectado. Ese podría ser el diagnóstico de la España actual desgastada por el debate de la memoria histórica. Soler tiene claro que hubo ganadores y perdedores y se ha quedado con los últimos. Es una manera sabia de encarar el dolor y el pasado, posiblemente la más congruente.

Las novelas no solucionan guerras ni reparan entuertos pero ayudan a entender con más amplitud la Historia, desde la perspectiva del corazón y de los sentimientos. Es la intrahistoria de Miguel de Unamuno. El libro de Soler es desolador pero a la vez conmovedor, sobre todo en su escena final, una gran fiesta mediterrána que tiene a un animal y a un hombre como víctimas. Es una novela hecha con de "desparpajo", que mira al pasado sin lecciones que dar pero reconociendo que el futuro de una sociedad depende de su capacidad para verse y reconocerse completa. Algo que no es posible aún en España, que arrumbó en un rincón a los perdedores...

Un detalle más. Carles Geli, de El País, me descubrió una faceta desconocida de Soler, su manera de escribir con música. Dice que escribe sin tomar ni hacer esquemas, lo que daría a sus libros una dimensión sonora propia.