sábado, 13 de febrero de 2010

Slim for NYT president!

El empresario mexicano Carlos Slim, el segundo o tercer hombre más rico del mundo, acaba de comprar nuevas acciones del New York Times. Se ha convertido en el segundo mayor accionista del prestigioso diario con el 16,3% de los títulos, sólo superado por el 19% de la familia Ochs-Sulzerberg, la que controla el periódico desde fines del siglo XIX. Al magnate le sobra "lana" y su víctima esta vez ha sido posiblemente el diario de más alcurnia de Estados Unidos.

Si en el pasado los medios de comunicación fueron exponentes del pluralismo y adalides de las libertades, en este momento la operación se convierte en una puñalada por la espalda a ese tipo de principios. La información de hoy es negocio, cada vez con menos sentido público. Capturar audiencias es sinónimo de comprar consumidores, facturar publicidad, entretener antes que formar o enseñar, antes que hacer pensar... ¡Peligro!

¿Por qúé? Quizás porque los periodistas del NYT llevan meses preguntándose por qué el tercer hombre más rico del mundo no quiere canalizar parte de su inmensa fortuna a la filantropía. Posiblemente porque buena parte de la obra social que promueve representa demasiado poco en comparación con lo que él toma de la sociedad donde se inserta. Puede que porque el NYT sea un excelente negocio en tiempos de crisis, y quiera convertirlo en lanzadera de un nuevo gran proyecto de comunicación en EEUU.

Así es Slim, un ciudadano espectacular, imprevisible, un orgullo para México quizás, por lo que ha logrado solo... ¿Solo? Leí hace tiempo que un renombrado filántropo estadounidense contaba que parte de los millones de dólares que destinaba a sus proyectos eran la muestra de agradecimiento a una sociedad que, dentro de las reglas existentes le había permitido amasar una inmensa fortuna... En el caso de Slim es un hombre al que le ha ido bien, que seguramente ha luchado y trabajado mucho pero al mismo tiempo se ha aprovechado de los huecos, deficiencias, inconsistencias legales y dinámica de un gran país en vías de desarrollo, México, donde la ley no depende de principios sino de voluntades. Algunos elogiaran el pragmatismo y la visión del magnate; a mí me parece que lo que representa es de nuevo los excesos del capitalismo feroz, más feroz todavía en países con Estados débiles y una de las regiones del planeta, América Latina, con unos escandalosos índices de desigualdad que pocos gobiernos se atreven a combatir...

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