Bienvenidos, lectores. Los cambios de políticas de edición de los dueños de la plataforma parece que condenarán este blog a la desaparición. No será el final del camino sino que La Batipuerta volverá. Si bien en los últimos tiempos no estuve activo ni tuve una presencia regular en este amable espacio, no duden que volveré a él pronto, con nuevos formatos y contenidos.
Si algo tengo hoy claro es que el mundo hipermediático de hoy necesita contenidos de calidad, no más contenidos. Ese ha sido el trabajo de los periodistas desde siempre y no cambiará pese a que los agoreros quieran cambiar las reglas del juego y simplificarlo todo. Aquí seguiremos buscando la verdad y trataremos de ser lo más creíbles posibles. La Batipuerta no se cierra, pero regresará con nuevos bríos pronto... Si la terminan por cerrar.
sábado, 30 de marzo de 2019
jueves, 17 de abril de 2014
Muere El Gabo, morimos
Nunca le entrevisté pero nos cruzamos muchas veces en los mejores años de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (2004-2012). Sonreía, quizás se sentía apabullado con la fama que le acompañaba y que le impedía disfrutar ya del silencio, del incógnito, de la vida como era antes de convertirse él mismo en lengua, en sueños, en ser literatura viva, que camina. Admirado, adulado, leído con pasión, añorado cuando no estaba, cuando estaba pero también cuando callaba.
En México coincidí con él varias veces, nunca le entrevisté, mejor. Me quedo con sus historias, "Crónica de una muerte anunciada", el primero, "Cien años de soledad", inmenso, "El amor en los tiempos del cólera", una recomendación antes de que que comenzaran los viajes largos, de vida.
Hace unos meses escribí esta historia de su vida en México. Gracias México por tenerlo tan cerca y por conocerlo, a través suyo, a través de otros, de Álvaro Mutis sobre todo. Aquí queda el testimonio en un Jueves Santo muy triste, de un dolor distinto:
México, país de acogida de exiliados argentinos, españoles o chilenos en tiempos dictatoriales, se convirtió también
en el hogar del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, quien llegó al país hace más de medio siglo y lo convirtió en cuna de su novela más universal, "Cien años de soledad" (1967).
"A México le hice llegar yo", dijo el también escritor Álvaro Mutis sobre la llegada de Gabo, quien a fines de los años cincuenta estaba en apuros en Colombia "y después le convencí para que se
viniera para acá".
Un viaje circunstancial que estaba previsto que durara apenas una semana se convirtió en definitivo para García Márquez (Aracataca, 1927), quien recordó que su llegada coincidió con "el día que se mató (Ernest) Hemingway", el 2 de julio de 1961.
"Lo sé porque exactamente en la mañana me llamó (el escritor mexicano) Juan García Ponce y le dije, 'qué hay de nuevo'". Este me contestó: '¡¡Qué hay de nuevo!! ¡Que el cabrón de Hemingway se partió la madre de un escopetazo!", recordó el autor de "Crónica de una muerte anunciada" (1981).
El plan inicial de García Márquez era estar "una semana" para visitar a Mutis "y de eso hace cincuenta años", llegó a decir el laureado autor de mil historias hermosas, que con el tiempo se fue vinculado de manera más estrecha a México.
La idea de Gabo fue entonces dedicarse al cine, un arte cuyas claves había aprendido en Roma (Italia).
México era entonces "el país soñado al que todos queríamos llegar, el punto de referencia en América Latina al que todos mirábamos desde el sur como el sitio asombroso y bello" y fue para él y para Gabo un "refugio creador, un país cuya gente y cultura son una fuente inspiración", recordó hace años Mutis.
Precisamente fue Álvaro Mutis quien recomendaría a García Márquez la lectura de "Pedro Páramo" (1955), la gran novela de Juan Rulfo años antes de que el Nobel colombiano encontrara el hilo que le condujo a "Cien años de soledad", una obra que el propio Carlos Fuentes considera el "Quijote americano".
Como ha contado García Márquez en varias ocasiones, fue en 1965 en el sur de México cuando el escritor sintió la inspiración definitiva para escribir la novela que relata la historia de la familia Buendía ambientada en el pueblo imaginario de Macondo.
En enero de 1965 Gabo viajaba en automóvil con su familia desde Ciudad de México a Acapulco cuando a la altura de Cuervanaca, tuvo un percance y decidió desistir de la travesía. Una de las múltiples conjeturas "macondianas" sobre el episodio indica que una res se le atravesó en el camino, le averió el vehículo y le obligó a regresar a casa, pero todas la versiones, incluidas las contadas por él, coinciden en que en ese instante
vislumbró las claves que buscaba para escribir su primera gran novela.
"La tenía tan madura que hubiera podido dictarle allí mismo, en la carretera de Cuernavaca, el primer capítulo, palabra por palabra, a una mecanógrafa", diría García Márquez mucho después, al evocar
aquel momento mágico.
A partir de entonces el autor colombiano se encerró durante dieciocho meses en su estudio de Ciudad de México provisto de grandes reservas de papel y cigarrillos a escribir.
Mutis, Fuentes y Julio Cortázar, que leyeron parte de los originales, tuvieron la impresión de que su amigo y colega estaba elaborando una obra inmortal desde las primeras líneas de la obra: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo".
A finales de 1966, la editorial argentina Sudamericana aceptó, deslumbrada, los textos mecanografiados y en 1967 publicó "Cien años de soledad" con un enorme éxito.
En su media vida en México García Márquez cultivó amistades con algunos de los más importantes creadores pero vivió alejado de los reflectores la mayor parte del tiempo, especialmente en sus últimos
años.
Del autor colombiano el mexicano Carlos Fuentes llegó a decir a propósito de sus 80 años que había en él "un mito de la fundación del mundo y también una ética de la destrucción del mundo" entre las
cuales "se interpone el poeta, el narrador".
"Es transatlántico, es español, es hispanoamericano, piensa y escribe en español aunque se reconoce en el rostro del mundo", llegó a decir el escritor mexicano en Cartagena de Indias sobre su colega y amigo colombiano.
Post mortem.- Hoy puede ser un gran día para empezar a escribir un diario porque Gabriel García Márquez se fue.
En México coincidí con él varias veces, nunca le entrevisté, mejor. Me quedo con sus historias, "Crónica de una muerte anunciada", el primero, "Cien años de soledad", inmenso, "El amor en los tiempos del cólera", una recomendación antes de que que comenzaran los viajes largos, de vida.
Hace unos meses escribí esta historia de su vida en México. Gracias México por tenerlo tan cerca y por conocerlo, a través suyo, a través de otros, de Álvaro Mutis sobre todo. Aquí queda el testimonio en un Jueves Santo muy triste, de un dolor distinto:
México, país de acogida de exiliados argentinos, españoles o chilenos en tiempos dictatoriales, se convirtió también
en el hogar del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, quien llegó al país hace más de medio siglo y lo convirtió en cuna de su novela más universal, "Cien años de soledad" (1967).
"A México le hice llegar yo", dijo el también escritor Álvaro Mutis sobre la llegada de Gabo, quien a fines de los años cincuenta estaba en apuros en Colombia "y después le convencí para que se
viniera para acá".
Un viaje circunstancial que estaba previsto que durara apenas una semana se convirtió en definitivo para García Márquez (Aracataca, 1927), quien recordó que su llegada coincidió con "el día que se mató (Ernest) Hemingway", el 2 de julio de 1961.
"Lo sé porque exactamente en la mañana me llamó (el escritor mexicano) Juan García Ponce y le dije, 'qué hay de nuevo'". Este me contestó: '¡¡Qué hay de nuevo!! ¡Que el cabrón de Hemingway se partió la madre de un escopetazo!", recordó el autor de "Crónica de una muerte anunciada" (1981).
El plan inicial de García Márquez era estar "una semana" para visitar a Mutis "y de eso hace cincuenta años", llegó a decir el laureado autor de mil historias hermosas, que con el tiempo se fue vinculado de manera más estrecha a México.
La idea de Gabo fue entonces dedicarse al cine, un arte cuyas claves había aprendido en Roma (Italia).
México era entonces "el país soñado al que todos queríamos llegar, el punto de referencia en América Latina al que todos mirábamos desde el sur como el sitio asombroso y bello" y fue para él y para Gabo un "refugio creador, un país cuya gente y cultura son una fuente inspiración", recordó hace años Mutis.
Precisamente fue Álvaro Mutis quien recomendaría a García Márquez la lectura de "Pedro Páramo" (1955), la gran novela de Juan Rulfo años antes de que el Nobel colombiano encontrara el hilo que le condujo a "Cien años de soledad", una obra que el propio Carlos Fuentes considera el "Quijote americano".
Como ha contado García Márquez en varias ocasiones, fue en 1965 en el sur de México cuando el escritor sintió la inspiración definitiva para escribir la novela que relata la historia de la familia Buendía ambientada en el pueblo imaginario de Macondo.
En enero de 1965 Gabo viajaba en automóvil con su familia desde Ciudad de México a Acapulco cuando a la altura de Cuervanaca, tuvo un percance y decidió desistir de la travesía. Una de las múltiples conjeturas "macondianas" sobre el episodio indica que una res se le atravesó en el camino, le averió el vehículo y le obligó a regresar a casa, pero todas la versiones, incluidas las contadas por él, coinciden en que en ese instante
vislumbró las claves que buscaba para escribir su primera gran novela.
"La tenía tan madura que hubiera podido dictarle allí mismo, en la carretera de Cuernavaca, el primer capítulo, palabra por palabra, a una mecanógrafa", diría García Márquez mucho después, al evocar
aquel momento mágico.
A partir de entonces el autor colombiano se encerró durante dieciocho meses en su estudio de Ciudad de México provisto de grandes reservas de papel y cigarrillos a escribir.
Mutis, Fuentes y Julio Cortázar, que leyeron parte de los originales, tuvieron la impresión de que su amigo y colega estaba elaborando una obra inmortal desde las primeras líneas de la obra: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo".
A finales de 1966, la editorial argentina Sudamericana aceptó, deslumbrada, los textos mecanografiados y en 1967 publicó "Cien años de soledad" con un enorme éxito.
En su media vida en México García Márquez cultivó amistades con algunos de los más importantes creadores pero vivió alejado de los reflectores la mayor parte del tiempo, especialmente en sus últimos
años.
Del autor colombiano el mexicano Carlos Fuentes llegó a decir a propósito de sus 80 años que había en él "un mito de la fundación del mundo y también una ética de la destrucción del mundo" entre las
cuales "se interpone el poeta, el narrador".
"Es transatlántico, es español, es hispanoamericano, piensa y escribe en español aunque se reconoce en el rostro del mundo", llegó a decir el escritor mexicano en Cartagena de Indias sobre su colega y amigo colombiano.
Post mortem.- Hoy puede ser un gran día para empezar a escribir un diario porque Gabriel García Márquez se fue.
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martes, 19 de noviembre de 2013
La doble entrevista a Poniatowska
Martes 19 de noviembre. Mañana celebran los mexicanos la Revolución pero la fiesta se anticipó un día. La "soldadera mayor", Elena Poniatowska, acaba de ganar el Premio Cervantes de Literatura 2013 días antes de presentar un libro muy especial, "El universo o nada" (Seix Barral, 2013), que es biográfico. Narra la historia de Guillermo Haro, el padre de los tres hijos de Elena Poniatowska, una periodista mexicana que es como una piedra en un zapato: pequeña pero dolorosa un día y otro.
Poniatowska contesta paciente al teléfono a la llamada que le hago para sacar una primera reacción al galardón. Es cortante, es temprano, no es lo mismo entrevistar a la gente por teléfono que mirándola a los ojos, sobre todo a los de Poniatowska, azules claros, llenos de vida, vivarachos...
Elena me regala el titular: "Sacar un premio como éste es como un regalo del cielo". Uno que no la conozca demasiado ha de pensar que es una mujer de fe, religiosa, pero no. Estuvo casada con Haro, un eminente astrofísico, y es él quien le habría mandado el Cervantes 2013 desde las estrellas. Quizás, parece decir Elena.
La nota se va deprisa porque Elena es así, clara al hablar, irreverente, bastante. Un compañero periodista pide el teléfono de su casa y a los quince minutos ha logrado cita. Entrevista para España, Elena acepta. El corresponsal me invita y nos la echamos juntos. Nos recibe en Chimalistac, su casa en una de esas calles empedradas, como de pueblo, ubicada al lado de Insurgentes, la avenida más larga de Ciudad de México, una de las más caóticas. Elena contesta una a una a las preguntas de mi compañero, voy de invitado. Cuando tengo un hueco le lanzo la primera: "¿Qué le dirías a tanto joven que en las calles protesta, a tanta gente que no tiene trabajo, que está emigrando?". Elena no se lo piensa mucho pero no pontifica, no les responde a ellos sino al viento:
"Yo, si fuera presidente, que no lo soy, pondría todo el presupuesto en las escuelas, en la educación, porque con la educación también viene la salud" y una vida mejor, declara.
La periodista puede dirigir semejante andanada a México o a España, qué más da. En ambos países hay calles tomadas por protestas ante carencias educativas, por recortes de becas, la precarización de los Programas Erasmus, una vergüenza en un contexto de crisis. Elena no pone dedicatoria a su frase pero creo que a buen entendedor demasiadas palabras sobran. Así es Elena Poniatowska, un torbellino que acaba de cruzar el Atlántico. Esperen a abril, ya lo verán de nuevo barriendo conciencias y complacencias.
Poniatowska contesta paciente al teléfono a la llamada que le hago para sacar una primera reacción al galardón. Es cortante, es temprano, no es lo mismo entrevistar a la gente por teléfono que mirándola a los ojos, sobre todo a los de Poniatowska, azules claros, llenos de vida, vivarachos...
Elena me regala el titular: "Sacar un premio como éste es como un regalo del cielo". Uno que no la conozca demasiado ha de pensar que es una mujer de fe, religiosa, pero no. Estuvo casada con Haro, un eminente astrofísico, y es él quien le habría mandado el Cervantes 2013 desde las estrellas. Quizás, parece decir Elena.
La nota se va deprisa porque Elena es así, clara al hablar, irreverente, bastante. Un compañero periodista pide el teléfono de su casa y a los quince minutos ha logrado cita. Entrevista para España, Elena acepta. El corresponsal me invita y nos la echamos juntos. Nos recibe en Chimalistac, su casa en una de esas calles empedradas, como de pueblo, ubicada al lado de Insurgentes, la avenida más larga de Ciudad de México, una de las más caóticas. Elena contesta una a una a las preguntas de mi compañero, voy de invitado. Cuando tengo un hueco le lanzo la primera: "¿Qué le dirías a tanto joven que en las calles protesta, a tanta gente que no tiene trabajo, que está emigrando?". Elena no se lo piensa mucho pero no pontifica, no les responde a ellos sino al viento:
"Yo, si fuera presidente, que no lo soy, pondría todo el presupuesto en las escuelas, en la educación, porque con la educación también viene la salud" y una vida mejor, declara.
La periodista puede dirigir semejante andanada a México o a España, qué más da. En ambos países hay calles tomadas por protestas ante carencias educativas, por recortes de becas, la precarización de los Programas Erasmus, una vergüenza en un contexto de crisis. Elena no pone dedicatoria a su frase pero creo que a buen entendedor demasiadas palabras sobran. Así es Elena Poniatowska, un torbellino que acaba de cruzar el Atlántico. Esperen a abril, ya lo verán de nuevo barriendo conciencias y complacencias.
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sábado, 2 de noviembre de 2013
Quino: The Beatles, pura alegría y frescura
No tenía pensado escribir del dibujante argentino Quino, menos conocido por su nombre propio, Joaquín Salvador Lavado Tejón, pero dos casualidades se dieron hoy. Una, que el propio Quino, al preguntársele qué música era la que le inspiraba, con la que escribía, no supo bien que pensar. Enseguida se resarció, dijo que The Beatles porque eran un grupo cerca del cual había estado siempre y ensalzó su "alegría" y "frescura". Dijo que nadie como John Lennon y su clan habían aportado tanto
Más tarde en Babelia el flamante Premio Príncipe de Asturias, Antonio Muchoz Molina, dedicaba parte de su artículo semanal a ellos, al cuarteto de Liverpool. ¿Casualidades? No creo, más bien estamos ante un pequeño tributo a una de las bandas que más aportaron al mundo con una manera de hacer distintas las cosas distinta a la de entonces.
Más tarde en Babelia el flamante Premio Príncipe de Asturias, Antonio Muchoz Molina, dedicaba parte de su artículo semanal a ellos, al cuarteto de Liverpool. ¿Casualidades? No creo, más bien estamos ante un pequeño tributo a una de las bandas que más aportaron al mundo con una manera de hacer distintas las cosas distinta a la de entonces.
Alberto Patishtán, un símbolo de lucha contra la injusticia.
Hace dos días viví uno de esos episodios imborrables en mi vida en México. Un maestro indígena injustamente acusado de haber asesinado a seis policías, Alberto Patishtán, quedaba libre al ser indultado. La sociedad civil que le ha acompañado todos estos años dio por bueno el resultado. El medio era lo de menos pero la vía para conseguirlo fue la excepción, un indulto presidencial, vamos, una excepción.
La noticia no contada aquel día fue la derrota del sistema de justicia penal mexicano, que sigue lleno de irregularidades. Es un mecanismo de injusticia, de sometimiento del enemigo, de anulación de las personas, especialmente si son pobres o indígenas. El dinero y los contactos son el último modo de acabar en este país con las injusticias.
Patishtán fue aplaudido y ensalzado como un hombre de paz y sin rencores. Cree que hay que seguir luchando por todas esas personas encarceladas injustamente en México. Son cientos, o miles, quizás decenas de miles pero ahora cuentan fuera de las prisiones mexicanas con alguien que les escucha, que les de conoce y que sabe lo que han pasado.
Patishtán dijo que habían tratado de neutralizarle y luego le hicieron más fuerte. Es cierto, sus enemigos construyeron un símbolo de la lucha contra los procesos indebidos y las arbitrariedades. Un símbolo, algo que ya será imposible anular sin que ello tenga un gran coste político... Viva el maestro Patishtán, y que con todo y su enfermedad, dure muchos años...
La noticia no contada aquel día fue la derrota del sistema de justicia penal mexicano, que sigue lleno de irregularidades. Es un mecanismo de injusticia, de sometimiento del enemigo, de anulación de las personas, especialmente si son pobres o indígenas. El dinero y los contactos son el último modo de acabar en este país con las injusticias.
Patishtán fue aplaudido y ensalzado como un hombre de paz y sin rencores. Cree que hay que seguir luchando por todas esas personas encarceladas injustamente en México. Son cientos, o miles, quizás decenas de miles pero ahora cuentan fuera de las prisiones mexicanas con alguien que les escucha, que les de conoce y que sabe lo que han pasado.
Patishtán dijo que habían tratado de neutralizarle y luego le hicieron más fuerte. Es cierto, sus enemigos construyeron un símbolo de la lucha contra los procesos indebidos y las arbitrariedades. Un símbolo, algo que ya será imposible anular sin que ello tenga un gran coste político... Viva el maestro Patishtán, y que con todo y su enfermedad, dure muchos años...
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martes, 29 de octubre de 2013
Entrevista con el pasado
La exsecretaria de Asuntos Exteriores de México es una mujer brillante que defiende a las mujeres por encima de casi cualquier consideración. Hace años estaba activa en política y condujo los destinos de México. Ahora reflexiona sobre aquella etapa en un libro muy personal, dedicado a sus nietos. A continuación, y al calor de los escándalos de espionaje, Green explica cómo ve esa situación:
Rosario Green consideró el pasado 26 de octubre "una vergüenza" el escándalo del presunto espionaje de Estados Unidos a otros países, muchos de ellos sus propios aliados, e instó a Naciones Unidas a asumirlo por ser un tema "de preocupación general".
"Yo creo que Naciones Unidas sí tendría que tomar el tema", dijo Green (Ciudad de México, 1941) en una de las varias entrevistas celebradas en Ciudad de México con motivo de la presentación de su libro de memorias "La canciller" (Temas de Hoy, 2013).
La exsecretaria de Relaciones Exteriores durante el Gobierno de Ernesto Zedillo (1998-2000) consideró "un despropósito y una barbaridad" las revelaciones a partir de filtraciones de Edward J. Snowden de que EE.UU. ha vigilado a los mandatarios de países amigos suyos, incluido el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, cuando era candidato, y su antecesor, Felipe Calderón.
"Me parece una vergüenza. Que el teléfono personal de un Jefe de Estado o de Gobierno sea intervenido me parece intolerable", explicó la hoy embajadora honoraria de su país y exsecretaria general del Partido Revolucionario Institucional (PRI, 2005-2007).
Green se mostró indignada con que Washington pueda considerar aceptables las labores de espionaje realizadas vía satélite y pinchando los teléfonos de las personas y de los mandatarios, "35 jefes de Estado y de Gobierno" en el caso actual.
"Y no son los enemigos: no estamos hablando de Corea del Norte, de Cuba, de China", estamos hablando de los países europeos, Alemania, España, Francia, que le dijo a (Barack) Obama antes que ningún otro 'si vas contra Siria, yo te apoyo", afirmó Green.
La excanciller sostuvo que las revelaciones de los últimos días conocidas a través del semanario alemán Der Spiegel abren la pregunta de "de parte de quién" está EE.UU., capaz de intervenir comunicaciones privadas de sus socios, y aseguró que la circunstancia de que espiar se haga desde siempre "no lo justifica".
De la situación actual lo que más incomprensible le ha parecido a Green fue la actitud del secretario de Estado de EE.UU, John Kerry", a quien "se le olvidó que es canciller y pensó que estaba dando la batalla para su reelección en el Senado".
"Cuando tranquilamente sale a los medios a decir 'aquí lo importante no son los ciudadanos de otros países, aquí lo importante son los estadounidense y es su protección y su seguridad lo que le interesa a EE.UU.. Si a los demás países no les parece, ni modo (no hay nada que hacer)", agregó Green.
La diplomática mexicana llamó la atención sobre el hecho de que incluso "en EE.UU. hay una gran irritación por el cinismo y la postura de 'acá está EE.UU. y por debajo el resto del mundo'" y con haber dado a entender que "un gringo es más importante que un español, que un francés, que un mexicano", porque a ciudadanos de esos países "sí les pueden hacer daño los terroristas".
En cuanto al papel que debe asumir la ONU señaló que debería empezar a plantearse cómo reglamentar la información que se canaliza a través de las redes sociales y los ataques a la privacidad de las personas.
"Como todo en la vida las redes tienen las dos caras, la positiva (...), y la negativa, que permite el abuso e inclusive por esa vía se denigre y se calumnie", explicó.
"Hay presión política sobre las redes sociales y sus propietarios para develar quién es fulano, las cosas que no aparecen en el perfil" e incluso "correos electrónicos" y otro tipo de información.
Por ello Green señaló que "sí se necesita una reglamentación" y que ésta "tiene que ser internacional".
"Aun sí es y se da, no hay garantía" de que sea efectiva, agregó, "porque no hay nada que impida al 'hacker'" sus ataques, porque esas personas "siempre llevan la delantera".
Señaló que los piratas informáticos deberían ser tratados de forma parecida a los terroristas, pues los últimos "han acribillado vidas" y los segundos, "intimidades".
"Yo creo que el tema (del espionaje) ya se pasó de la raya y sí creo que hoy EE.UU. tiene una situación muy complicada con sus aliados y con sus amigos, y con el resto del mundo".
"Le debe muchas explicaciones a la comunidad internacional: ¿por qué, quién te da el derecho", apuntó, en relación a lo que considera una práctica inaceptable de "espionaje indiscriminado".
Rosario Green consideró el pasado 26 de octubre "una vergüenza" el escándalo del presunto espionaje de Estados Unidos a otros países, muchos de ellos sus propios aliados, e instó a Naciones Unidas a asumirlo por ser un tema "de preocupación general".
"Yo creo que Naciones Unidas sí tendría que tomar el tema", dijo Green (Ciudad de México, 1941) en una de las varias entrevistas celebradas en Ciudad de México con motivo de la presentación de su libro de memorias "La canciller" (Temas de Hoy, 2013).
La exsecretaria de Relaciones Exteriores durante el Gobierno de Ernesto Zedillo (1998-2000) consideró "un despropósito y una barbaridad" las revelaciones a partir de filtraciones de Edward J. Snowden de que EE.UU. ha vigilado a los mandatarios de países amigos suyos, incluido el actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, cuando era candidato, y su antecesor, Felipe Calderón.
"Me parece una vergüenza. Que el teléfono personal de un Jefe de Estado o de Gobierno sea intervenido me parece intolerable", explicó la hoy embajadora honoraria de su país y exsecretaria general del Partido Revolucionario Institucional (PRI, 2005-2007).
Green se mostró indignada con que Washington pueda considerar aceptables las labores de espionaje realizadas vía satélite y pinchando los teléfonos de las personas y de los mandatarios, "35 jefes de Estado y de Gobierno" en el caso actual.
"Y no son los enemigos: no estamos hablando de Corea del Norte, de Cuba, de China", estamos hablando de los países europeos, Alemania, España, Francia, que le dijo a (Barack) Obama antes que ningún otro 'si vas contra Siria, yo te apoyo", afirmó Green.
La excanciller sostuvo que las revelaciones de los últimos días conocidas a través del semanario alemán Der Spiegel abren la pregunta de "de parte de quién" está EE.UU., capaz de intervenir comunicaciones privadas de sus socios, y aseguró que la circunstancia de que espiar se haga desde siempre "no lo justifica".
De la situación actual lo que más incomprensible le ha parecido a Green fue la actitud del secretario de Estado de EE.UU, John Kerry", a quien "se le olvidó que es canciller y pensó que estaba dando la batalla para su reelección en el Senado".
"Cuando tranquilamente sale a los medios a decir 'aquí lo importante no son los ciudadanos de otros países, aquí lo importante son los estadounidense y es su protección y su seguridad lo que le interesa a EE.UU.. Si a los demás países no les parece, ni modo (no hay nada que hacer)", agregó Green.
La diplomática mexicana llamó la atención sobre el hecho de que incluso "en EE.UU. hay una gran irritación por el cinismo y la postura de 'acá está EE.UU. y por debajo el resto del mundo'" y con haber dado a entender que "un gringo es más importante que un español, que un francés, que un mexicano", porque a ciudadanos de esos países "sí les pueden hacer daño los terroristas".
En cuanto al papel que debe asumir la ONU señaló que debería empezar a plantearse cómo reglamentar la información que se canaliza a través de las redes sociales y los ataques a la privacidad de las personas.
"Como todo en la vida las redes tienen las dos caras, la positiva (...), y la negativa, que permite el abuso e inclusive por esa vía se denigre y se calumnie", explicó.
"Hay presión política sobre las redes sociales y sus propietarios para develar quién es fulano, las cosas que no aparecen en el perfil" e incluso "correos electrónicos" y otro tipo de información.
Por ello Green señaló que "sí se necesita una reglamentación" y que ésta "tiene que ser internacional".
"Aun sí es y se da, no hay garantía" de que sea efectiva, agregó, "porque no hay nada que impida al 'hacker'" sus ataques, porque esas personas "siempre llevan la delantera".
Señaló que los piratas informáticos deberían ser tratados de forma parecida a los terroristas, pues los últimos "han acribillado vidas" y los segundos, "intimidades".
"Yo creo que el tema (del espionaje) ya se pasó de la raya y sí creo que hoy EE.UU. tiene una situación muy complicada con sus aliados y con sus amigos, y con el resto del mundo".
"Le debe muchas explicaciones a la comunidad internacional: ¿por qué, quién te da el derecho", apuntó, en relación a lo que considera una práctica inaceptable de "espionaje indiscriminado".
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lunes, 17 de junio de 2013
José Ovejero no cree en el amor sentimental
Acaba de llegar a México el escritor José Ovejero. Viene con ánimo guerrero, sin intimidarse con una gira extenuante que le llevará a promocionar por nueve países "La invención del amor", obra premiada con el XVI Premio Alfaguara de Novela 2013 en marzo pasado. Tiene muy claro lo que quiere: quitar el artificio, el sentimentalismo, el romanticismo al amor, desmitificarlo, ofrecer una lectura diferente del mismo a través de sus personajes, uno vivo, Samuel, y una mujer muerta, ausente, Clara.
Esta mañana hemos hablado de la novela y han salido comentarios interesantes sobre el momento que vive la España de la crisis, telón de fondo de la novela, que nace nocturna y de la voz sincera de los amigos de toda la vida, los compañeros de copas que comparten juntos una noche de marcha. Es una imagen críptica que dice mucho del momento de dolor y desazón, de la parálisis y de la necesidad de reacción social, una que el escritor solo ve en las calles, en la gente, lejos de las instituciones caducas y corruptas que sigue habiendo en España.
Esta mañana hemos hablado de la novela y han salido comentarios interesantes sobre el momento que vive la España de la crisis, telón de fondo de la novela, que nace nocturna y de la voz sincera de los amigos de toda la vida, los compañeros de copas que comparten juntos una noche de marcha. Es una imagen críptica que dice mucho del momento de dolor y desazón, de la parálisis y de la necesidad de reacción social, una que el escritor solo ve en las calles, en la gente, lejos de las instituciones caducas y corruptas que sigue habiendo en España.
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