domingo, 26 de diciembre de 2010

La aldea

Acabo de hablar con un amigo que vivió casi treinta años en América y que ha vuelto a su pueblo de Huesca, Zaidín, a cumplir con la gran ilusión de su vida y después morir en paz. Hace dos días mi padre me contaba que una red internacional de prostitución se radicó en su pueblo, Arroyo de San Serván, Badajoz, y logró sacar del anonimato a la población unos días poniéndola en lo más alto de las noticias cuando los detalles del secuestro de una menor trascendieron. Desde el juez de paz a los vecinos, todos conocían la situación pero ninguno hizo nada por remediarla...

Decía Saramago una frase sobre su pueblo natal que le retrataba: "Regresar a Azinhaga ahora es regresar a otro lugar que ya no es mío. La personas, en realidad, habitamos la memoria. La aldea en que nací sólo existe en mi imaginación" (21 de septiembre de 1996). Son días estos navideños en los que mucha gente regresa a su pueblo, ciudad o aldea. Son lugares donde habitan aún personas queridas y referencias imborrables aún a pesar de los mundos virtuales que hemos reconstruido y que a menudo están más presentes que aquellos esenciales, que diría Saramago.

Quizás uno de los viajes más difíciles que haya sea la vuelta al origen. No tendría por qué por qué abrir una herida sino más bien ser un ejercicio de madurez y de sinceridad con uno mismo, un retomar quiénes somos y repensar lo que ha sucedido en nuestras vidas desde lo simple, desde un espacio en que se forjaban ilusiones o sensibilidades primarias. No queremos admitir que la aldea pesa y que lo hará siempre, más quizás de lo que cuentan la ciudad, la globalidad, el mundo moderno, instantáneo y desbocado tantas veces con el que convivimos muchos a diario.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Sin noticias de Diego Fernández de Cevallos

Diego Fernández de Cevallos es un político mexicano que permaneció casi siete meses secuestrado y que hace unos días fue liberado. No doy fechas precisas de la duración ni de su puesta en libertad porque ambas son un misterio. El pasado 20 de diciembre escribí dos notas informativas sobre su liberación, minutos después de que un periodista de Televisa lo hiciera público. El informador desinformaba, o al menos contaba una media verdad. ¿Por qué? Ofrecía detalles de la liberación, que el político estaba bien de salud, pero sólo parciales. Faltaban algunos esenciales: cuándo fue liberdo; por quiénes; se pagó o no un rescate; quiénes le secuestraron; por qué lo hicieron.

Los medios nos lanzamos tras la noticia y se nos dieron con cuentagotas. El "Jefe Diego" no dio detalles y perdonó a los que se lo llevaron. Supuestamente pagó 30 millones de dólares por su libertad. El Gobierno dijo que continuaría una investigación que o no ha existido o no se quiso hacer adrede, y medios de comunicación, como Televisa, expresaron con júbilo que ellos, que impusieron un silencio informativo en el caso, lo levantaban ahora porque había un desenlace, por cierto, positivo.

Pasan los días y comienzan a filtrarse detalles inquietantes del hecho: la liberación se dio el 11 de diciembre, nueve días antes de ser anunciada, un día después de que una terrible explosión en instalaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex) en San Martín Texmelucan acabara con la vida de 29 personas, la mitad de ellos menores.

Ninguna autoridad mexicana ha ofrecido información ni aceptado preguntas sobre el hecho. Parece que el mismo presidente de México, Felipe Calderón, calló nueves días la noticia, hasta que a alguien de su entorno, su equipo o su partido, le convino darla. ¿Es este un Estado con mayúsculas o un estadito de pequeños intereses particulares y poderosos, de minoría, que condicionan los de una mayoría engañada, desinformada? ¿Se puede permitir que un secuestro de alto impacto concluya cuando le da la gana al capturado? Estamos en un país de simulaciones y de engaños, donde la verdad se sacrifica frente a otros intereses. La desconfianza cobra valor, da vida, tiene sentido en el México de hoy, medio México.

Rivka Galchen y la noción de cómo el amor mata

Me encontré con la escritora estadounidense de origen canadiense Rivka Galchen en la librería "El Conejo Blanco" del barrio de La Condesa. Apartó su laptop y empezamos a hablar de "Perturbaciones atmosféricas" (Almadía, 2010; Atmospheric Disturbances, 2008) sin prisa. Es lo bueno de sacar algunas entrevistas del estricto horario de trabajo.

Rivka (1976) era doctora de medicina general en Nueva York, una profesión en la que entró presionada un poco por los suyos y a la que se dedicó, posiblemente, sin pasión, pero colgó los trastes y entró en el mundo de las letras. Su primera incursión ha sido una novela sobre el amor y los equívocos que encierra, una reflexión sobre cómo se puede perder la capacidad de amar con el paso del tiempo, anclados en la imagen de alguien que fue, y ya no es, alguien que estuvo pero que se transformó, quizás, en otra persona, con el paso del tiempo. A menudo no sabemos cómo interpretar los cambios en las personas a quienes más queremos, con quienes convivimos hoy o lo hicimos en el pasado. La sombra de lo que fueron puede ser muy alargada, años, décadas, y crear en torno a ellas una imagen distinta a lo que son.

El tiempo y la distancia son imponderables, circunstancias que condicionan casi todo lo que somos pero no podemos permitir que el presente quede anclado únicamente en ideas o imágenes del pasado, monstruso o ideal, que ya vivimos. Curioso, que por un lado vivamos un culto al presente y al momento, y que por otro, como sucede con Galchen, lo que viene del pasado domine tanto un momento en nuestras vidas que se convierta en algo demasiado alejado de la realidad, capaz incluso de matar, inmisericorde, la pasión y el amor.

Élmer no cree en la "narcoliteratura"

Élmer Mendoza es un escritor sinaloense amable, culto y aterrizado. Ese último calificativo se usa en México para describir a aquellas personas que tienen los pies en la tierra, que conocen a la gente, que son capaces de mirarles a los ojos y de entender su corazón. Élmer tiene esa capacidad desde hace años. En 2005 le entrevisté por primera vez y le he seguid de cerca.

Hace casi un mes le entrevisté y a pregunta expresa sobre si se le podía colocar en lo que algunos llaman "narcoliteratura" dijo que no, que los críticos o periodistas que usan esa etiqueta hacen gala de una enorme "pereza mental". La clasificación es endeble, forma parte de una extraña moda en Mexico de asociar todo lo que sucede con el narcotráfico sin ser capaces de entender que la realidad del crimen organizado es más completa y de que es un sinsentido total, completo, atribuir todos los males, carencias e injusticias a una realidad particular, la de los traficantes de droga, sus sicarios y su violencia, como el actual Gobierno ha querido hacer.

La Cumbre de Cancún

Ha sido la XVI Conferencia de las Partes de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP16) una cita intensa, de bajas expectativas y positivos resultados. El mayor fue el de devolver la confianza en el multilateralismo y un papel preeminente a Naciones Unidas a pesar de que Bolivia se convirtió en el paria del sistema. Con todo y visita de su presidente, Evo Morales, el país sudamericano ni supo, ni quiso, sumarse al pasito que dieron los demás miembros de la comunidad internacional hacia la constitución de un nuevo régimen de protección climática que aún parece muy lejano.

Ni las olas de frío, ni las inundaciones, ni las sequías que no padecen los poderosos del mundo pero sí sus sociedades, sean más o menos desarrolladas, les permiten sensibilizarse sobre un problema que plantea aún algunas dudas y escepticismo pero que acumula evidencias cada vez mayores y más rigurosas sobre su existencia.

En lo personal pienso que hace falta hacer mucho más en mitigación, creerse la historia de que las economías tienen que empezar a cambiar hasta ser libres de carbono y lo menos contaminantes posibles, pero también conocí de cerca la dimensión de negocio y económica que tiene ese cambio. El primer día un miembro de un organismo de cabildeo estadounidense me confesaba a las puertas del hotel que ellos sabían que el nuevo régimen climático mundial les iba a costar dinero, pero que lo que buscaban era que ese corte sea el menor. Era una actitud defendible para alguien que en treinta o cuarenta años no estará en este planeta, no para los que en este momento están en sus años de infancia o adolescencia, esos que en breve exigirán cuentas y mirarán con desprecio quizás a los que no fuimos capaces de interpretar a tiempo la urgencia de los tiempos que se avecinaban...