martes, 22 de diciembre de 2009

Fin de la paz en Paraíso

Pasada la medianoche de hoy en el municipio de Paraíso, estado de Tabasco, un comando armado del que poco se sabe entró en la casa de Irma Córdova y la acribilló. Siguió con su cuñada Josefa, y con dos jóvenes, Yolidabey, de 22 años, y Benito, de 28. Todas las víctimas tenían algo en común: eran parientes de Melquisedet Angulo Córdova, un marino de Fuerzas Especiales que la semana pasada fue abatido en un enfrentamiento con el narcotraficante Arturo Beltrán Leyva y seis de sus escoltas en la ciudad de Cuernavaca.

El ataque de hoy es una esperada venganza del crimen organizado contra la Marina y demás fuerzas del Estado mexicano que se están empleando a fondo contra el crimen organizado. Es violencia irracional, indiscriminada, un homicidio doloso contra las víctimas de la violencia. Es difícil de entender qué móvil puede haber en el ataque a una madre que acaba de perder a su hijo, quien es enterrado con honores. Ella sintió una profunda pena, inexplicable, inabarcable, que apenas le duró unas horas, las que los sicarios tardaron en dar con ella y colarse en su casa.

México se rebelaba a comienzos de este año contra los funcionarios estadounidenses que hablaban de que podía ser un Estado fallido. Sin embargo los delincuentes han vuelto a ganar la espalda a la autoridad y clavado, de nuevo, el puñal donde más duele, en una herida que sangraba. Escucho a los políticos y me parece un sinsentido lo que dicen: que si el peso de la ley caerá sobre los responsables; que se está investigando; que no habrá impunidad... Son palabras bienintencionadas pero que suenan muy lejanas, falta de compromiso quizás.

En pocos días las nuevas muertes se habrán confundido y olvidado con muchas otras más. Este no es país para víctimas. El Estado está, pero se ausenta, le embarga la pena pero hay dudas de que la estrategia sea la correcta. Hay un desgaste brutal que será difícil de aguantar. Los políticos repiten sus discursos, los civiles mueren. Es la brutalidad, la barbarie, la sinrazón de un país que aún no ha logrado, ni en esto tan básico, ponerse de acuerdo.

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