miércoles, 9 de diciembre de 2009

La pretendida "pureza" de la lengua española

Comí hace tres días con varios escritores leoneses invitados a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Hablamos un rato sobre la ofensa que hasta cierto punto representa en México decir que en Castilla y León se habla "el español más puro". Luis Mateo Diez, Juan Pedro Aparicio, José María Merino y Alfonso García se rebelaban contra tal concepto, que había aparecido en un vídeo promocional de corte turístico que ensalzaba a Castilla y León frente a otras alternativas en España y, supongo, el resto de Europa.

Los escritores, todos ellos amigos, han pasado varios días en México mezclándose entre autores de esta parte del mundo, visitando escuelas, charlando con jóvenes, periodistas y organizadores de la FIL. Se les veía entusiasmados con otra forma de vivir y usar el español, admirados de giros, atentos a inflexiones, usos y las mil circunstancias que hacen distinta el habla de un leonés de la de un mexicano.

Un periodista mexicano, Víctor Nuñez Jaime, ganador del Premio de Periodismo Cultural "Fernando Benítez" les contaba el meollo de una historia que escribió hace meses, "El derecho a llamarse Doni Zänä", un nombre indígena que significa "Flor de luna". A los académicos se les ponían los ojos grandes. Interrogaban, se admiraban, querían conocer más de cómo es usado el español en México.

Este es el país del español, uno más de los que rebasaron hace siglos por los cuatro costados el concepto más estrecho de "castellano". No hay quien crea aquí en la pureza de la lengua, más bien en su condición impura y arrabalera, capaz de cambiar de barrio a barrio, de una ciudad a otra, capaz de modificarse y variar, con esos cambios vistos como pequeños misterios que a hay que sentir, no que explicar. El español americano es vivo e incuestionable. Puede desplazar a otras lenguas autóctonas, ser usado para discriminar, para separar, para marginar a quien lo ignora... Es una lengua distinta a la que se habla en España, menos "pura", quizás, pero más abierta, más libre y más emocionante que la que se encierra en los estrechos límites de una frontera convencional o una geografía mental de bajos vuelos. Me dio gusto saber que Merino, Aparicio, Diez y García pensaban lo mismo.

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