lunes, 7 de mayo de 2012

La sardana de Guardiola

Está de moda Pep, el entrenador del Barcelona durante cuatro años, pero no tanto por hablar de fútbol sino por algo que va más allá. Fue un gran futbolista y es un gran entrenador que encarna algo crucial en una España en crisis: un liderazgo particular, singular, único ante un público tan exigente como el del barcelonismo. Hace cuatro años Pep era un referente para Cataluña, y lo sigue siendo, pero rebasó aquel rol y se convirtió en una referencia más allá de lo deportivo.

En España el estilo de la selección española, implantado por Del Bosque, entronca con el de Pep porque respeta y rescata lo mejor de varios futbolistas extraordinarios: Iniesta, David Villa, Xavi y Busquets. A mi modo de ver el entrenador rebasó con mucho aquella etiqueta nacionalista y se convirtió en un referente de liderazgo, una manera de entender un deporte pero, sobre todo, de dirigir, de manejar a un grupo humano. Eso lo intentan a diario cientos, miles de directivos, jefes, coordinadores, en distintos ámbitos de la vida.

Suelen primar las jerarquías, los egos, los protagonismos, pero lo que logró Guardiola está lejos de eso. Se ha escrito demasiado de su salida estos días pero lo que yo echaré más de menos es un liderazgo como el que mostró estos cuatro años: limpio, silencioso, expresión de la fuerza colectiva, del equipo sobre el individuo, del trabajo de grupo.

No fue un gregario sino un innovador que a su vez dependía del grupo, que sacaba su fuerza del colectivo. En términos políticos, expresó el triunfo de la singularidad sobre la uniformidad, de la excepción frente a la costumbre, de la periferia respecto al centro, del equipo frente a Messi. Me encantó la escena final del equipo despidiéndose de él expresándolo en un baile, una sardana en medio del césped, un gesto que vale tanto y que dice mucho más que todos los ríos de tinta para explicar la decisión de Pep.

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