Tener una hija de menos de un año es una gozada pero al mismo tiempo impide hacer algunas cosas así que durante una semana con ella de viaje opté hoy por acercarme al cine. Hacía meses que no veía nada y elegí la multipremiada "Slumdog millionaire", un título mucho más fiel que "Quisiera ser un millonario", que pierde un término clave: "slum" (villa de miseria, barrio bajo o de favelas).
La película es trepidante, una combinación de "Estación central" (1998), de Walter Salles, y "Amores perros" (2000), de Alejandro González Iñárritu, que además cuenta con emoción y que pone el corazón en un puño convirtiendo una historia de supervivencia en otra de amor.
La India moderna está, con sus vicios y virtudes, reflejada en la historia de Jamal Malik y Latika. País que ha prosperado rápidamente, lleno de riqueza y creatividad, a la vez atrapado en los grandes rezagos que está dejando la globalización: pobreza, trabajo infantil, urbes descontroladas, corrupción, violencia...
Es una película sobre la vida, sobre los sueños y el amor pero a la vez un relato descarnado de la situación de un país admirado pero al mismo tiempo sometido a la tensión irrefrenable de la homogeneización y la modernidad. Cine de altura.
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2 comentarios:
Padrísimo post, buen Alberto. No he visto la película. Espero verla este fin de semana. Un gran abrazo.
Pues yo sí la he visto y me encantó... De lo mejor que he visto últimamente. Tendré que ir a la India, una asignatura pendiente...
Por cierto, he descubierto en Bruselas un restaurante japonés de los de barra y sopa, como Tampopo. Anoche me tomé una katsu-ramen y me acordé de vosotros. ¿Cómo era el grito de guerra del cocinero cuando entran los clientes??
Sólo me acordé de Gochiso-samá
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