"Toda ciencia antes de serlo es ciencia-ficción", afirmó el presitigioso biólogo canadiense Paul Hebert. Estos días se ha reunido con varios cientos más en México para poner en común los últimos avances de la llamada Iniciativa del Código de Barras de la Vida (IBOL), un proyecto para volver a clasificar a las especies del planeta a través de ua secuencia corta de su código genético.
La idea, pensarán algunos, es un sueño guajiro sin futuro, pero a los casi cuatrocientos científicos congregados en la Academia Mexicana de las Ciencias les parecía real y posible reclasificar las especies para empezar a entender mejor la naturaleza y las relaciones entre los seres, vivos o muertos pero que tienen o tuvieron ADN.
Quizás los que nos desempeñamos en el ámbito de las ciencias sociales pensamos que los científicos son gente ensimismada que vive fuera del mundo, pero yo, después de entrevistar a varios de ellos allí, me quedé con la idea de que eran gente maravillosa con necesidad de explicar un mundo que ven con ojos distintos. El experto en plantas llama "individuos" a los árboles; el que vive en la selva se espanta más de ver a un hombre que de observar a millones de hormigas; el que analiza moléculas cree que es esa información, y no la de los medios de comunicación, la que salvará el mundo. Conocer a esos científicos fue una manera de entender que ciencia y ficción no están tan alejadas como parece...
miércoles, 11 de noviembre de 2009
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