Los cimientos de una importante congregación religiosa, los Legionarios de Cristo, quedaron sacudidos hoy con un golpe similar al del terremoto ocurrido a fines del mes pasado en Chile. Dos hijos de Marcial Maciel, fundador de la congregación, acusaron a su padre de haber abusado sexualmente de ellos. Públicamente lo dieron a conocer a pocas semanas de que el Vaticano haga público un informe sobre la congregación, muy poderosa y con presencia en más de una decena de países.
En España se dice que Ana Botella, esposa de José María Aznar, simpatiza con la organización. En México la Universidad Anáhuac es uno de sus centros más prominentes. Los intereses de la congregación están en juego y será interesante ver si la autocrítica hace por fin su aparición en las filas vaticanas. Es cuestión de pocos días y quizás acusaciones tan graves como la de hoy precipiten los acontencimientos.
Encomiable fue el modo en que el asunto fue presentado, con la periodista Carmen Aristegui a la cabeza. También llama la atención la valentía de las víctimas, que han destapado una cloaca de la que emana una pestilencia como en pocas ocasiones se ha sentido en la maltrecha Iglesia católica en los últimos años. La religión es cuestión de Dios y de creencias, seguramente, no tanto de entes intermedios, congregaciones, jerarcas, grupos de poder o presión. Sorprende el silencio de los Legionarios y su falta de reacción ante acusaciones tan graves que los ponen al borde de la disolución. La herencia de Maciel no fue obra de Dios sino puro engendro del mal.
miércoles, 3 de marzo de 2010
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