El enorme poeta y mejor persona, José Emilio Pacheco, genera cierta lástima estos días. Un país que le desconocía hace poco, España, le ha premiado con su más alta presea, el Premio Cervantes de Literatura 2009, el Nobel de Literatura en lengua española, para muchos. Pacheco dijo que no se lo creía cuando lo ganó, y siento que lo dice de corazón. Es un poeta que habla siempre de corazón, como si lo tuviera en la mano y lo mostrara en cada verso o en cada palabra.
Tengo la impresión de que estos días de agasajos y halagos vemos a otro Pacheco, un hombre adulado a pesar de su modestia y su intranquilidad ante un micrófono, una pregunta que no se refiera a la lírica, o una requisición que, por ejemplo, se le haga sobre la violencia que existe en México.
El poeta es ante todo poeta, parece repetir una y otra vez a quienes le insistimos desde los medios como energúmenos insaciables. Pacheco es un poeta de pies a cabeza que se debe a sus amigos, como Carlos Monsiváis, y a la poesía. No tiene más patria que la poesía, ejerce de lo que es y no trata de engañarnos con frases para la posteridad ni con vanagloria. Este blog surgió buscando rescatar voces, anécdotas, momentos no demasiado mediáticos, escondidos, que pueden pasar desapercibidos en medio del espectáculo mediático, sea ante temas sociales o ante los literarios. Aquí tenemos una voz poética viva y enérgica. Me encantaría que quienes la escuchan se dejen prender por ella, no por el fasto y la espectacularidad del evento de la premiación, sino más bien por la voz humilde, solitaria y magistral de un poeta auténtico...
jueves, 22 de abril de 2010
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