La periodista mexicana Carmen Aristegui dejó de salir al aire ayer. En un primer momento pensé que el festivo que se celebrábamos era la causa de su salida pero luego me di cuenta de que no. La emisora MVS, a la que ella llevó a un liderazgo informativo matutino incontestable, había decidido echarla. El motivo: haber roto el código ético de la empresa haciendo una insinuación quizás, que el presidente podía padecer alcoholismo.
Dice la Oficina de la Presidencia mexicana que no pidió su cabeza. Me consta que no es la única vez que llaman, con o sin razón, a los medios de comunicación de este país para pedir correcciones, matizaciones o rectificaciones, con más o menos razón, en todos esos casos. El mandatario no simpatiza con los medios. Son contadas las ruedas de prensa que ha dado desde que asumió el poder, entre críticas por una posible falta de legitimidad tras unas elecciones reñidísimas, el 1 de diciembre de 2006. Aristegui no le caía bien, prueba de lo cual es que jamás, nunca, en los años en que ha estado en el poder, le concedió una entrevista. Las concedió dos veces en un día a periodistas, por ejemplo, como Joaquín López Dóriga, que trabajan en RadioFórmula y en Televisa, pero en ninguna ocasión a Aristegui. Es un pendiente de este presidente que, si bien pudo no haber influido en la destitución de la prestigiosa comunicadora, le ha hecho un flaco favor con su actitud en el sexenio a la libertad y a la pluralidad informativa de México. Por eso también se le recordará.
Por cierto, mi opinión del empresario-presidente de MVS Alejandro Vargas es que es un mediocre al que le importa muy poco eso del buen periodismo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario