La ex rehén de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Ingrid Betancourt, visitó hoy la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Es una católica practicante, una mujer de fe y una creyente profunda. Tenía los ojos llorosos al llegar al recinto. Impresiona ver la fortaleza y la paz que destila una mujer que ha pasado más de seis años abandonada en la selva, con sus captores como únicos seres vivos de referencia, una relación viciada.
En España ocurrieron durante años secuestros dolorosos como parte de la lucha armada de la banda terrorista ETA. Incomprensible. Al ver a Ingrid hincada ante el altar de la Basílica, rezando con un rosario entre las manos pensé qué distinto tiene que ser el mundo para una persona que pasó seis años cautiva, que casi muere, y que repentinamente vuelve a la vida.
Su mirada estaba un poco perdida. Era emoción y admiración a la vez. Es una persona que se está reconstruyendo, que vivió dos vidas, no como la mayoría de nosotros, que nos conformamos con la que tenemos. Ella no, hubo un antes y un después de su secuestro que la marcaron para siempre...
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