La joven de dieciocho años Silvia Vargas fue secuestrada el 10 de septiembre de 2007, hace quince meses. La negociación de su rescate se empantanó y los padres de la criatura han pasado todo este tiempo sin noticias de ella hasta que las autoridades, por el testimonio de un delincuente encarcelado, dieron con su cadáver. Hace pocos días encontraron unos restos humanos en una vivienda del sur de Ciudad de México, enterrados en un hoyo frío. Esa fue la impresión que me dio al verlo. La Fiscalía mexicana confirmó hoy que eran los de la joven, tras hacer un pésimo manejo mediático de la situación, adelantando públicamente que tenían el cadáver de una joven pero sin saber aún si eran los de Silvia.
La noticia me dejó helado, especialmente porque la familia Vargas ha pasado estos quince meses destrozada y, al fin y a la postre, lo que están recibiendo es el cadáver de un ser querido. Ninguno de los secuestradores ha sido atrapado...
México, un país con millones de personas de bien, no se merece esto. Esta es una cultura con cosas hermosas, como esa relación festiva con la muerte, difícil de entender en otros lugares, su fácil aceptación del extraño o extranjero, su alegría, pero también una sociedad que maltrata y desprecia la vida en muchas ocasiones. ¿Cómo fue posible que la mataran y pusieran a sufrir a la familia? ¿Cómo, que las autoridades hayan tardado tanto en avanzar en el caso? ¡Qué indignante que una banda de secuestradores pueda acabar con la vida de una joven simplemente porque no se llegó a un entendimiento en el tema del dinero con los captores! ¡Qué desprecio por esa vida como por tantas otras!
El padre de la joven, Nelson Vargas, fue presidente de la Comisión Nacional del Deporte (Conade), una especie de ministerio mexicano del ramo. Si no fuese por eso el caso habría pasado posiblemente mucho más desapercibido... Lo peor del mismo es que destapa una sociedad desigual y dispareja, donde unos quieren vivir en paz pero otros buscan el dinero fácil, el crimen como vía de enriquecimiento y el desprecio total por la vida y las normas mínimas de convivencia.
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