El pasado 17 de enero la organización mexicana Serapaz y la Red Iberoamericana de Periodistas por la Libertad de Expresión y los Derechos Humanos (RIPLEDH) organizaron un encuentro entre ONG y periodistas al que con gusto fui invitado. Hablamos del modo en que los representantes de la sociedad civil podrían tener una relación más cercana con los medios e identificamos algunas estrategias. Una de las críticas que los periodistas presentes tuvimos que escuchar fue la de que los medios sólo responden al llamado de las ONG cuando hay actos o momentos de "radicalización": manifestaciones callejeras, actos de protesta masivos y viscerales, momentos en que el último recurso es la violencia.
Aceptamos que a los medios de comunicación les mueven las situaciones radicales -tomas de calles, quemas de autos, cierres de paseos y avenidas- pero alerté a los presentes de que distintas sociedades tienen niveles de tolerancia diversos. Mientras en México cualquier motivo justifica una protesta callejera que desquicie el tráfico, en países como Japón lo normal es que quienes protestan lo hagan por un solo carril, sin perturbar el tráfico. Ir más allá representa un descrédito, una acción de excesiva radicalidad en la violencia ejercida contra otros...
Muchos de los presentes reconocieron que había excesos en llevar las cosas al extremo pero se preguntaban cómo se puede actuar cuando las autoridades del tipo que sean llevan a la gente al extremo. Les pedí un esfuerzo por buscar nuevas maneras de expresar su inconformismo, por modos más inteligentes de comunicar que simplemente acercarse a la postura radical, la que vende ante los medios pero al mismo tiempo la deforme, la que excluye y exacerba, la que hace de la violencia un fin en sí mismo.
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