Hoy me tocó entrevistar a un teólogo especial, Jon Sobrino. Bilbaíno de 71 años, conserva el discurso brillante del pensador, del memorioso. Dijo que no iba a hablar de Honduras, que sobran opiniones sobre el conflicto político y sobre el papel del arzobispo Óscar Madariaga. Señaló también que estaba en México por Ignacio Ellacuría y su pensamiento, vigente y más necesario que nunca.
Habló de la metáfora de los "pueblos crucificados", aquella que dio sentido a la Teología de la Liberación, en la cual la Iglesia tenía y debía estar con los más pobres, codo con codo, compartiéndolo todo. La acumulación de la riqueza entendida como el germen una sociedad inviable, insostenible, plagada de problemas, frente a la civilización de la pobreza y de los pobres, personas que demandan un trabajo y solidaridad de los que más tienen. En eso consiste todo.
Quizás para Jon Sobrino los medios de comunicación no somos santos de su devoción. Estuvo a la defensiva en un principio de nuestra conversación pero poco a poco dejó caer ideas interesantes y, sobre todas ellas, mucha coherencia, mucha sensibilidad con los desfavorecidos.
Confesó que le molesta el lenguaje lleno de eufemismos, el de los países en desarrollo, los desfavorecidos y los marginados, frente a los cuales no existe más que una categoría semántica, los pobres, los pobres, los pobres...Es la misma idea con muchas formas de decirlo: los chingados, los jodidos, los de abajo, los amolados. Para ésto sí es muy rico el léxico de los mexicanos...
martes, 25 de agosto de 2009
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