Ayer mataron unos sicarios guatemaltecos a Facundo Cabral. Su muerte me impresionó por el lugar donde ocurría y la manera en que le asesinaron: acribillado a bordo de un automóvil en el que abandonaba el país centroamericano adonde había ido a cantar sus canciones de hombre libre.
Nunca estuve en ninguno de sus conciertos pero hace años le conocí a través de Guadalupe, que sí lo tenía ubicadísimo. Era una voz de esas que no cruzan tanto el Atlántico pero sí las tierras americanas. Un cantante argentino que conozca de cerca la justicia social se entiende en toda latinoamérica. De él no sabían mucho ni los banqueros ni los acomodados, probablemente, ni los líderes tradicionales de la política, ni Sandra Torres ni su ex marido, Álvaro Colom. Conocían a Cabral los jodidos, los que quieren mejorar, los argentinos que sufrieron el "corralito" en 2000, un invento en vías de europeización... Todos ellos lloraron por una violencia irracional como la de ayer que acabó con un hombre justo que solo cantaba, pero cantaba a los de abajo.
El presidente de Guatemala afirmaba ayer que no habían ido por Cabral sino contra el empresario que le acompañaba. Teorías exculpatorias las justas, en un Estado que ha fallado en contra de la violencia irracional y zafia que terminó con la vida de Facundo Cabral un mal viernes.
domingo, 10 de julio de 2011
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