martes, 19 de julio de 2011

Viva Gijón

Hace mucho tiempo que no piso Asturias. Tengo un remoto recuerdo de mi último viaje, por allá por 1991, pero es una zona de España que siempre he sentido cercana. Hace días, en México, volví a tener esa sensación. Tenía delante de mi a Ricardo Menéndez Salmón, autor de "La ofensa" (2007) y "El corrector" (2009), dos novelas implacables. La primera es casi increíble, una historia sobre los dolores muy fuertes, aquel capaz de arrebatarnos la vida o, al menos, la esperanza de vivir. La segunda, un impresionante relato que toma como pretexto los atentados del 11 de marzo de 2004. De nuevo la desazón y la angustia de un dolor, este colectivo y perfectamente identificables: el de los atentados y sus víctimas.

A Ricardo no le conocía de nada. Le entrevisté hace una semana y el encuentro con él, como lector y como persona, me impresionó. "El corrector" es un relato de esos con olor, huele a mar y a muerte; también contiene un intento, un deseo quizás, de enseñar algo muy básico pero al mismo tiempo muy profundo: debemos vivir como si fuera el último día de nuestra vida, amando sobre todas las cosas.

Ricardo Menéndez me habló de literatura pero también de su nueva novela, "La luz es más antigua que el amor" (2011), y de cómo creía ver en estos países latinoamericanos una vitalidad mayor que en la sociedad española. Era una sensación, cierta posiblemente, pero España también está alumbrando una sociedad inconforme y vitalista. El escepticismo está bien enraizado y el bienestar es cada vez más difuso, especialmente entre los desempleados. Puede que las novelas del escritor contengan eso, un creciente dolor, una rebeldía y un afán de recuperar a las personas por encima de todo lo demás. Puede que en España hayamos olvidado algo de lo importante que son las personas, sobre todo las que sufren...

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