Estoy sorprendido por la cantidad de eventos y personajes del mundo de la cultura que han estado pasando por México estos días a propósito del "homenaje nacional" a Carlos Fuentes, un escritor en mayúsculas que dio una dimensión universal al ser y al mundo mexicano.
Le entrevisté hace años y le vi intervenir en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) siempre en medio de una enorme expectación, con salones atiborrados y un público joven, bullicioso, casi siempre rendido.
Es un escritor de novelas magníficas, un comentarista presente y entusiasta de la realidad de su país, de la del mundo latinoamericano y de los Estados Unidos, país que conoce bien y donde pasó buena parte de su infancia. Hoy en las universidades gringas son frecuentes sus conferencias.
Estos días muchos de los actos del homenaje han estado cargados de solemnidad. El propio escritor no se ha dejado ver en ellos hasta hace muy poco, cuando puso el broche de oro a un seminario sobre su novela, "La región más transparente", en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el 14 de noviembre.
He podido ver a un Fuentes feliz pero también he echado de menos a uno más cercano. Se le ve a gusto, disfrutando de sus amigos que le rodean, arropado por ellos y, seguro, orgulloso de lo que ha estado escuchando en las conferencias también. Mi relación con él ha sido puramente profesional, la del periodista que ha cubierto varios de sus eventos pero al mismo tiempo el lector que echa de menos su cercanía.
Recuerdo que en noviembre de 2004, en una mesa junto a los llamados autores del "Crack" y con Cristina Rivera Garza, en un salón atiborrado de lectores y curiosos, se reía, bromeaba y mostraba la energía de siempre. No llevaba corbata.
Me causó una excelente impresión que estos días de tanto homenaje estoy echando en falta. En una rueda de prensa que ofreció ayer le noté distante, incómodo casi, generoso con algunas respuestas pero cortante con otras. Me pregunté luego por qué, qué obraba el cambio en un escritor admirable, qué le preocuparía, qué le inquietaría para actuar así. No supe responderme. Dijo estar feliz, más que abrumado, por todas las presencias y amistades que le rodeaban pero no me convenció.
No sé si encierra una pena o un cierto desapego con el personaje que se ha creado en torno a su persona, del autor que ya está de vuelta de casi todo. Es un Fuentes real pero no tan cercano ni con tanto entusiasmo como en otras citas con su público.
De repente deseé que se quitara de nuevo la corbata, que hiciera a un lado la chamarra y que mirara a los ojos al lector con ánimo de sincerarse, de confesarle algunos logros pero también sus debilidades. Me entusiasma ese Fuentes humano, ese a quien alguna vez vi transmitirnos entusiasmo por vivir y por contar las historias que nosotros mismos vivimos, su indudable pasión. Echo de menos a ese Fuentes.
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1 comentario:
Cuando entrevistaron a Fuentes en la cadena Ser a propósito de su nuevolibro, ´tuve esa sensación casi de arrogancia y también lo recuerdo más cercano en la única vez que lo ví.
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