Se ha convertido en las últimas tres semanas en un auténtico símbolo en México. Expresa mucho: miedo al virus de la gripe A, deseo de vivir, respeto al prójimo... Una eminente epidemióloga mexicana me decía hace poco que para ella era un símbolo de la participación de millones de personas en la epidemia. Uno se protege pero al mismo tiempo priva de riesgos a los demás... Para las autoridades son una muestra del compromiso en la lucha contra el virus, pero como tantas veces a lo largo de tanto tiempo en México, un pobre compromiso mínimo.
Fabricar un tapabocas no debe ser caro. Escuché a algunos decir que un peso (0,05 euros). Sin embargo la picaresca de este país no tiene límites y sin duda une a los más pobres con los más villanos. Éstos últimos los han llegado a vender a diez pesos... diez veces más de lo que cuesta hacerlos, diez veces más la miseria humana presente. Da igual las veces que sean.
La miseria y la podredumbre también anidan en la sociedad mexicana de hoy. Los hay incluso que han utilizado las mascarillas para sus asaltos. Es normal llevarla, también lo es robar, una oportunidad de oro para los amantes de lo ajeno.
Quizás de todo lo que representa el cubrebocas me quedaría con una cosa, la que me comentaba la epidemióloga Patricia Volkow: muestra el deseo de la gente por participar de una crisis, y nos deja pensando que la sociedad puede ser mejor. ¿Por qué?, le pregunté. Porque muestra el deseo de tanta gente por unirse, por qué no, para construir una sociedad mejor.
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