Menos atención de la deseable recibió el colombiano Manuel Elkin Patarroyo al comentar el pasado 15 de mayo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) había tenido una reacción exagerada ante la gripe A. Muy crítico esta eminencia en investigación sobre la malaria afirmó que la agencia sanitaria de la ONU había puesto "a todos histéricos y absolutamente temerosos" con sus decisiones de las últimas semanas.
Quizás en parte a ese error de cálculo contribuyó el subregistro de muertes que había en México relacionados con la gripe A. Despistó ver en un primer momento caer muertos y muertos por una neumonía atípica. A día de hoy son 86 en el mundo, de los cuales México tiene 80 casos.
Recordó Patarroyo que cada diez segundos muere en el planeta una persona por malaria y nadie se rasga las vestiduras. Ningún sistema sanitario, con los focos puestos sobre él, aguantaría un grado de letalidad así. Lo que sucede es que la gripe causada por el virus AH1N1 ha sido toda una novedad, un éxito mediático inmediato, por lo desconocido y su potencial destructor inicial, que luego resultó ser fatuo, casi un fuego artificial. La humanidad no estuvo en peligro esta vez, como afirmaron en México. La OMS se pasó.
Patarroyo tiene razón al señalar que el mundo debería actuar de manera menos emocional a las malas noticias, diarias, que nos rodean. Necesitamos ser un poco más consecuentes con el día a día, con los nefastos datos cotidianos, menos llamativos que unos espectaculares e inesperados fuegos/juegos artificiales... Y ser más receptivo y consecuente con las buenas.
domingo, 24 de mayo de 2009
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