Los momentos de crisis son propicios para apelar al nacionalismo. Lo ha hecho México estos días, víctima de medidas discriminatorias para sus productos y ciudadanos por la gripe A pero al mismo tiempo para tratar de cubrir o justificar algunos comportamientos dudosos.
Me llamó poderosamente la atención que el primer decreto contra la epidemica de influenza que sufre el país fuera un decreto del presidente Felipe Calderón el pasado 25 de abril en el que permitía aislar a pacientes y permitir a funcionarios ingresar a casas donde se detectara que había alguna persona afectada por el virus.
No pretendo cargar las tintas contra el gobernante sino más bien llamar la atención sobre actitudes autoritarias mostradas, y sobre discursos inflamados contra otros países que, en algún caso como en China, han discriminado a mexicanos sanos.
"Yo lo que quiero decir es que México está haciendo bien su trabajo con el mundo, estamos actuando con mucha responsabilidad (...) Y que no es justo y no se vale, y no sirve de nada el estarle poniendo medidas discriminatorias a los mexicanos, algo que parece en extremo", dijo el 6 de mayo pasado ().
Un día antes defendió con plena justicia a los trabajadores pero no perdió ocasión de hablar que México había defendido "a toda la humanidad de la propagación de este virus".
Ayer 8 de mayo fue un día clave para la epidemia pues Estados Unidos superó a México en la cifra de contagiados (1.634 en EE.UU. frente a 1.365 en México). Ello podría significar el principio del fin para la mal llamada "gripe mexicana", aliento de excusas y actitudes xenófobas estos días contra algunos mexicanos y contra quienes vivimos en este país.
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